Filemón y Baucis
A Júpiter le encantaba bajar a la Tierra.
Un día echó a andar por los caminos de Frigia con su hijo Mercurio. Al anochecer, entraron en un pueblo de apariencia rica. Los dioses usaron sus poderes para convertir su ropa en viejos harapos para dar apariencia de pobre. Fueron llamando por las casa a buscar cobijo. Pero nadie les dejaba pasar. Se inventaban falsas escusas para que aquellos dos estraños no pasaran a su casa. Algunos no contestaban a las llamadas a pesar de que había luces encendidas en la casa. Cuando se recorrieron todo el pueblo divisaron a lo lejos una pequeña casa de aspecto pobre. Mercurio pensó que si no le habían acogido en las casas de la gente rica ahí no había ni que preguntar. Pero Zeus no desconfió y se acercaron a la pequeña casa. Cuando estaban cerca, dos ancianos los acogieron, les dieron ropas limpias y les invitaron a cenar. Se llamaban Filemón y Baucis. Los dioses se sorprendieron cuando vieron que los ancianos estaban diciendo que iban a servir la oca que tenían en su casa. Mientras el anciano estaba persiguiendo a la oca, los dioses transformaron sus ropas y delataron su auténtica personalidad. Los dioses querían recompensar a los ancianos por su gratitud. LLenaron la mesa de comida y les concedieron un deseo. Ellos querían permanecer juntos para siempre, y como zeus no podía darles la inmortalidad, los convirtió en dos árboles con las ramas entrelazadas para poder permanecer siempre juntos. Y siguen los dos unidos custodiando el templo de zeus.